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26 de diciembre de 2023

Los trenes platenses y la soberanía nacional

Historia Ferroviaria

Emblema de la revolución industrial y de sus expectativas de progreso ilimitado, el ferrocarril fue diseñado en nuestro país al servicio de intereses extranjeros.

Raúl Scalabrini Ortiz fue quien con más profundidad estudió la historia de los ferrocarriles a partir de la penetración británica en el Río de La Plata, en 1950 escribió: “El ferrocarril fue el mecanismo esencial de una política de dominación mansa y de explotación sutil que se ha llamado imperialismo económico”.

El 29 de agosto de 1857, la locomotora La Porteña tuvo su primer recorrido de diez kilómetros entre la estación del Parque -ubicada donde hoy está el Teatro Colón- hasta La Floresta -actual barrio de Flores-. A partir de entonces fue tejiéndose los hilos de una tela de araña en cuyo centro estaba el puerto de Buenos Aires. No se trataba de unir pueblos dentro de un plan de desarrollo nacional, sino de trazar en abanico una red de vías férreas para servir a los intereses del Imperio Británico.

4 de mayo de 2020

La fiebre amarilla que arrasó Buenos Aires y la terrible historia del "tren fúnebre" hacia la Chacarita

Historia Ferroviaria

La epidemia de 1871 dejó al descubierto la fragilidad del Estado para hacer frente a catástrofes semejantes. No había lugar para enterrar a las víctimas y los cuerpos quedaban durante días envueltos en sábanas en la puerta del camposanto. Para trasladarlos construyeron 6 kilómetros de vías en tiempo récord. El flagelo planteó a las autoridades un nuevo desafío: ¿qué hacer con los fallecidos?

Las autoridades no quisieron admitirlo. Pero cuando el 21 de enero de 1871, en la vivienda de Cochabamba 113 apareció muerta toda la familia Bignollo, policías de la comisaría 14°, que fueron los primeros en llegar, se convencieron de que había sido por la fiebre amarilla. Sin embargo, los certificados de defunción decían que la causa había sido por “gastroenteritis”.

La locomotora La Porteña, usada para trasladar cadáveres al cementerio de la Chacarita.

Oficialmente, se tiene el 27 de enero de ese año, como fecha de inicio de la epidemia del “vómito negro”, como se lo llamaba, con tres muertos hallados en San Telmo. Pero lejos estaban aún los porteños y las autoridades en modificar la vida normal del país: los carnavales, con sus bailes callejeros se harían como de costumbre, y en la Casa de Gobierno ultimaban los detalles para la inauguración en marzo, de la Primera Exposición Nacional de Córdoba, donde se mostraría el potencial productor, tecnológico y científico del país.

Solo algunos de los barcos provenientes del norte, donde la epidemia se había declarado en Brasil e incluso en la provincia de Corrientes, serían obligados a someterse a la cuarentena. En una ocasión, cuando el médico del puerto quiso evitar el desembarco del pasaje de dos buques y mandarlos a cuarentena, se lo llevaron preso. Los soldados que venían de combatir en la Guerra de la Triple Alianza traían la enfermedad.

En un principio confundieron la fiebre amarilla con una tifoidea especialmente agresiva. El pico comenzó el 27 de marzo y el mayor número de muertos en un solo día se registró el 13 de abril, con 501 defunciones.

La epidemia de fiebre amarilla azotó a Buenos Aires en 1871.

Nada de Buenos Aires

La salubridad era casi nula. Las calles sin pavimentar, terrenos y paseos se rellenaban con basura. Casi ni existía el servicio de aguas corrientes y la población consumía el agua de aljibes y pozos contaminada con sustancias orgánicas. La fruta permanecía días al rayo del sol y muchos obreros, que trabajaban en labores del puerto, vivían hacinados con sus familias en precarias barracas de madera. A este panorama se sumaban los conventillos, con sus piezas atestadas de inmigrantes.

Recién para el último día del carnaval se prohibieron los bailes de disfraces y tanto las escuelas como la Universidad de Buenos Aires cerraron sus puertas. Los vecinos de Barracas, barrio que tuvo su primer caso el 17 de febrero de una mujer que se había mudado de San Telmo, destruyeron los elementos que se iban a usar para levantar -por precaución- un lazareto, ya que no querían “apestados” que viniesen del centro.

La ciudad, tierra de nadie

El panorama en la ciudad era desolador. En la propagación de la enfermedad para el norte y el oeste, mucha gente dejaba sus viviendas, algunas con las puertas sin llave, abandonándolo todo. Las que tenían recursos, se instalaban en la zona norte; otras se fueron al campo, donde se encontraron con que los alquileres habían subido notoriamente.

El gobernador bonaerense Emilio Castro anunció que habilitaría alojamientos especiales fuera de la ciudad para la gente de escasos recursos que quisiesen dejar la ciudad. Y un buen número de inmigrantes -especialmente apuntados los italianos como los causantes de la epidemia y donde se registraron la mayor cantidad de muertos- se subieron a los barcos y regresaron a sus países. Las autoridades también debieron atender otro grave problema, que fue el alto número de huérfanos que provocó el flagelo.

La epidemia de fiebre amarilla de 1871 fue un azote inimaginable en Buenos Aires.

La fiebre amarilla fue implacable en el barrio de La Boca, donde hubo 30 muertos por día. Todo el mundo apuntaba al Riachuelo y a sus pestilentes aguas contaminadas con los desechos de los saladeros, que funcionaban desde los tiempos del virrey Vértiz. “¿Hasta cuándo respiraremos el aliento y beberemos la podredumbre de ese gran cadáver tendido a espaldas de nuestra ciudad?”, se preguntaba el diario La Nación. Es que muchos atribuían la expansión de la epidemia a causas atmosféricas y hasta telúricas.

Los 160 médicos que se quedaron en Buenos Aires no daban abasto para una ciudad de 200 mil habitantes. Se dispuso que cada uno de ellos cobrasen 10 mil pesos por mes, fondos que salieron de la Cuenta Especial de Gastos de la Epidemia. Cuando el número de afectados disminuyó, percibieron la mitad, y a partir del 1 de julio no les pagaron más. Entre los médicos que fallecieron figuran Francisco Javier Muñiz, Adolfo Argerich, Caupolicán Molina y José Pereyra Lucena.

A mediados de marzo el presidente Domingo Faustino Sarmiento y su vice Adolfo Alsina, debieron dejar la ciudad, así como el gabinete, los senadores y diputados, y la Corte Suprema de Justicia. Algunas figuras prominentes se quedaron, como fue el caso de Bartolomé Mitre que, junto a uno de sus hijos, terminaría enfermo. La iglesia también se quedó, oficiando misas despobladas, ya que se recomendaba evitar la reunión de muchas personas en un mismo lugar. Todos los días se rezaba para que se terminase la epidemia, que se cobraría la vida de 67 curas, de un total de 292.

A partir del 10 de abril se decretó feriado hasta fin de ese mes y se prohibieron la celebración de fiestas religiosas. Se cerraron oficinas públicas nacionales y provinciales, además de los comercios. Pronto comenzaron los problemas de abastecimiento.

Miserias humanas

En una ciudad casi despoblada, con muertos en las calles, hizo que ladrones disfrazados de enfermeros saquearan casas abandonadas o aún con sus habitantes moribundos. Aparecieron abogados y escribanos que confeccionaban testamentos y escrituras falsas para apropiarse de viviendas abandonadas o donde sabían que todos sus ocupantes habían fallecido.


"Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires", tal el título del famoso cuadro que describe lo que vivían habitualmente miembros de la Comisión de Salud Pública que recorrían la ciudad.

La policía ponía candados a las viviendas, mientras que integrantes de la Comisión Popular de Salud Pública, que se había creado en la Plaza de la Victoria el 14 de marzo por presión popular, recorría especialmente el barrio de San Telmo, echando a la calle a los infectados y haciendo fogatas para ahuyentar el mal que se creía se transmitía por el aire. Otros, con soluciones más radicales, querían incendiar los conventillos donde habitaba gente enferma.

¿Qué hacer con los muertos?

La ciudad disponía de 40 coches fúnebres, que no daban abasto. Era común escuchar, a lo largo de las noches, su paso incesante rumbo al cementerio. Cuando éstos ya eran insuficientes, se pusieron a disposición los que se usaban para recolectar basura. Y hasta se debió convocar para esa ingrata tarea a los mateos, usados para paseos. Estos, rápidamente, subieron las tarifas de traslados.

Esos mismos carros se cruzaban con otros que llevaban ropas, sábanas y camas de los muertos para ser quemados.

Como muchos de los fabricantes de ataúdes también morían, los féretros comenzaron a escasear. Los fallecidos eran envueltos en sábanas y en lonas y se los dejaba en las esquinas.

Todo aumentaba. Hasta los pocos remedios que tenían las farmacias, que no servían para atacar a la fiebre amarilla, la gente igual los compraba. El gobierno había dispuesto que determinadas boticas permaneciesen siempre abiertas, con algunos remedios para distribuir entre los pobres.

La Chacarita

La mayoría de los muertos se los llevaba al Cementerio del Sud, en el actual Parque Ameghino, en Parque Patricios. Antiguamente en ese lugar estaba la quinta de los Escalada, donde falleció Remedios, la esposa de San Martín. En 1867, cuando los terrenos fueron comprados por el Estado, se abrió un cementerio. Cuando enterraron a 10.044 personas por la fiebre amarilla, colapsó.

Así nació el 14 de abril el Cementerio de la Chacarita, en terrenos donde actualmente está el Parque Los Andes y que hasta algunos años atrás era el lugar de vacaciones de los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires.

El primer inhumado fue el albañil Manuel Rodríguez. Mientras duró la epidemia, los féretros se acumulaban en la puerta del cementerio, esperando su turno. Esa espera podía durar hasta una semana.

A fin de abril Munilla, el primer administrador del nuevo cementerio, alertó que no daban abasto en las inhumaciones. Tenía más de 600 aún sin enterrar, a los que se sumaron una docena de peones, que cayeron víctimas de la epidemia. En ese primer cementerio de la Chacarita -que se dejaría de enterrar en 1886- fue el destino final de 3423 personas.

El tren de la muerte

Le encomendaron al Ferrocarril del Oeste tender una vía que desde el centro de la ciudad recorriese los 6 kilómetros por la calle Corrientes hasta el cementerio. Así nació el “tranvía fúnebre” o el “tren fúnebre”, que salía de Corrientes y Ecuador y tenía dos paradas, una en Medrano y la otra en Ministro Inglés, hoy Scalabrini Ortiz, donde estaba la quinta de Alsina. En cada una de ellas, levantaba una carga de cadáveres.

El tendido de las vías estuvo a cargo del ingeniero francés Augusto Ringuelet quien, en tiempo récord, finalizó la obra el martes 11 de abril, dos días después de Pascua, en los que hubo 72 muertos. Para el Viernes Santo había quedado colmado el Cementerio del Sud.

La locomotora usada fue “La Porteña”, que arrastraba vagones con cuerpos apilados y tapados por una lona negra. Cerraba la formación un vagón de pasajeros, donde iban los familiares de los muertos, para darles el último adiós. Hacía dos viajes diarios a Chacarita, solo de ida.

El maquinista se llamaba John Allan, un inglés nacido en Liverpool quien, junto a su hermano Thomas, había sido el primero en conducir La Porteña en su viaje inaugural en 1857. Al tercer día como conductor del tren fúnebre, también cayó víctima de la fiebre amarilla. Tenía 36 años.

La tasa de mortalidad en la ciudad fue del 7%. La última víctima fue el español Pedro García, de 50 años, que vivía en San Telmo, y que falleció el 24 de mayo.Infobae.com

26 de julio de 2016

Alta Gracia: El Museo Ferroviario ya tiene su escudo

Instituciones

El mismo fue entregado el lunes por la noche en un emotivo acto que tuvo lugar en la vieja estación de trenes de la ciudad.

En el día en que se conmemoró el 7º aniversario de su creación, el Museo Ferroviario de Alta Gracia realizó un acto en el cual se hizo entrega del escudo que de ahora en más representará a esta institución en distintos ámbitos oficiales.


Este emblema, obra de Silvio Fernández, simboliza en su imagen a la estación de trenes de nuestra ciudad, a la locomotora “la Porteña” y a la enseña patria con su sol asomando. Por otra parte, en uno de los anillos que circundan la imagen central pueden leerse los nombres de los cuatro íconos que tuvo el ferrocarril en nuestra ciudad: Colonia Ferroviaria Evita, Hotel Quinta La Florida, Policlínico Ferroviario y Canteras del Cerro.

En el acto estuvieron presentes miembros de la Comisión del Museo, invitados especiales y contó con la presencia de la Directora de Cultura de la Municipalidad, Adelina Coda y de Cristina Roca, Secretaria de Gestión Administrativa.

Al cierre del mismo, Juan Carlos Bustos, alma mater de este emprendimiento hizo uso de la palabra, dando cuenta de la historia que une a la ciudad con el ferrocarril.www.resumendelaregion.com.ar

28 de agosto de 2014

El Museo Nacional Ferroviario Celebrará el 157° Aniversario del Primer viaje de la locomotora "La Porteña"

Instituciones

Redacción Crónica Ferroviaria

El Museo Nacional Ferroviario “Raúl Scalabrini Ortiz” celebrará el 157° aniversario de la inauguración del primer ferrocarril de la Argentina con actividades culturales que se llevarán a cabo durante el fin de semana.

El 30 de agosto de 1857 se realizó la inauguración oficial que puso en servicios el primer ferrocarril del país. La locomotora bautizada “La Porteña”, fue la encargada de realizar el primer viaje.



En el marco del aniversario del ferrocarril argentino el MNF acercará al público de todas las edades, actividades culturales y recreativas de forma totalmente gratuita. Entre ellas se destacan el sábado 30 a las 15,00 horas el show musical de Pablo Valle Sexteto y durante todo el día el Ciclo de Ferromodelismo “Minitrenes”, realizado por un grupo de aficionados a los ferrocarriles que exhiben trenes hechos a escala de diversas épocas.

Asimismo, el domingo 31 también a las 15,00 horas se presentará La Malanga, una orquesta argentina creada en 2009 con confluencia de diferentes culturas de Latinoamérica (Argentina, Colombia, Perú y Cuba).

En el marco de las actividades los visitantes podrán recorrer el mágico y atractivo mundo de los trenes conociendo las piezas más prestigiosas de los ferrocarriles argentinos. Además, podrán recorrer por dentro dos coches antiguos: el Coche Oficial OF.1, fabricado en 1955 y recibido por el entonces presidente Juan D. Perón; y el Coche Oficial 1417, fabricado en 1922, utilizado por dirigentes de alto rango argentino.

El objetivo de la iniciativa es el de acercar al público de todas las edades actividades culturales y recreativas de forma totalmente gratuita.


Ubicado en el barrio de Retiro, sobre Av. del Libertador 405 el MNF puede visitarse de lunes a domingos de 10 a 18 horas. Para turnos de visitas guiadas comunicarse al teléfono 011-4318-3330.

30 de agosto de 2012

LA HISTORIA DE NUESTRO PRIMER FERROCARRIL


HISTORIA

Por: Carlos Alberto Salgado


Este artículo lo escribí en el año 2004 consultando muchas fuentes de gente investigadora e historiadora, y quiero compartirlo con todos ustedes, recordando los años previos a su construcción y hasta el día en que comenzó a rodar oficialmente un 30 de Agosto del año 1857.

La Historia

Varios años después que en Europa viera la luz por primera vez este medio de transporte revolucionario del siglo XIX, en nuestro país a mediados del mismo, se introduce la idea de imponerlo y se comienza a gestar la Sociedad Anónima del Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste; más precisamente, el día 17 de Septiembre de 1853 la empresa en cuestión se presentó ante el gobierno de la Provincia de Buenos Aires para obtener la concesión para la construcción de un camino de primer orden, donde circulen locomotoras a vapor arrastrando coches de pasajeros y vagones de carga para prestar un servicio público.

Dicha sociedad, estaba integrada por algunos miembros de familias burguesas de nuestro país, como por algunos descendientes de ingleses. Ellos eran entre otros: Jaime Llavallol y sus hijos, Mariano Miró, Manuel José de Guerrico, Fernando Larraudé, Norberto de la Riestra , Adolfo Van Praet y Daniel Gowland.


Fachada de la Estación DEL PARQUE (estaba ubicada en lo que antiguamente era un basural conocido como "El hueco del zumbido")

Elevados los antecedentes a la sala de representantes, ésta sancionó el 9 de Enero de 1854 el proyecto de ley presentado por su Comisión de Hacienda, compuesta por los diputados Dalmacio Vélez Sarsfield, Bartolomé Mitre y Mariano Billinghurst. Tres días después, el Poder Ejecutivo desempeñado por ese entonces por el doctor Pastor Obligado, siendo Ministro de Gobierno el doctor Irineo Portela, mandó a cumplir la sanción legislativa que autorizaba a conceder el privilegio solicitado para la construcción de un ferrocarril al oeste de 24.000 varas de extensión.

En esa primera ley de su género, se encuentran los preceptos fundamentales que han servido de base a las posteriores: la donación de la tierra pública, la libre introducción de útiles y la liberación de los impuestos.


Vista de la vía férrea cortando la Plaza Del Parque (hoy Plaza Lavalle)

Seis meses después de autorizada la sociedad, cuya presidencia recae en el señor Felipe Lavallol, se sometieron al Poder Ejecutivo los planos que proyectaban establecer la primera estación en las inmediaciones de la Plaza Del Parque (más precisamente donde hoy se encuentra el Teatro Colón), como así, el trayecto por donde circularía el futuro ferrocarril.

Cuando debía darse comienzo a las obras, la comisión directiva de la sociedad se presentó nuevamente ante el gobierno para pedirle autorización para reemplazar la tracción a vapor por la tracción animal.

Las razones de este cambio de la fuerza locomotriz quedó veladamente oculta, pero se cree que fue, entre otras cosas, porque la suscripción de las acciones no habían respondido a las esperanzas cifradas, pues al ser este proyecto algo nuevo y por consiguiente desconocido, los inversionistas pensaban que no podría sostenerse, por lo que dicha empresa fracasaría irremediablemente.

Estas incidencias imprevistas, a pesar de tratarse de un proyecto largamente maduro, demuestran hasta que grado surgieron las dificultades cuando se trató de llevar la idea al lugar de los hechos.

Vista exterior de la estación Del Parque

Pero nada los detuvo. Es más, en los primeros meses del año 1855 llegaron procedente de Europa un ingeniero, varios prácticos y 160 trabajadores para empezar la obra.

Las dificultades se renovaron de tal forma, que la sociedad llegó hasta empeñar el crédito personal de sus miembros por sumas de dinero. Según el contrato, el ferrocarril debía inaugurarse el 1ro. de Enero de 1857, pero torrenciales lluvias de verano deformaron los terraplenes burlando así las esperanzas fundadas con tanto sacrificio.



Vista interior de la estación Del Parque con sus andenes y se observa parte de la mesa giratoria

A principio del mes de Enero de 1857, el trayecto estaba concluido con todas las seguridades que podían darse y con los defectos propios de la época y de la falta de precisión y experiencia en empresas de esta índole.

Cuando la obra llegó a su término, la crónica cuenta que se realizó un viaje experimental el 28 de enero de 1857, entre la Estación del Parque  y San José de Flores, conducido por “ La Porteña ” (era una pequeña locomotora, que había sido construída en 1854 en Inglaterra y que a su vez era veterana de la guerra de Crimea. Fue transportada hasta Buenos Aires en el vapor Borland, atracando en el muelle porteño en la navidad de 1856. Unas semanas más tarde desfiló por las calles de la ciudad en un enorme carro tirado por 30 caballos), un coche encomienda y un coche de pasajeros en el que viajaban, entre otros: el general Bartolomé Mitre, el doctor Vélez Sarsfield, los señores Van Pret, Gowland, Barros Pasos, Obligado, Zapiola, Lavallol, Miró, Moreno, Riestra y Valentín Alsina.

El viaje de ida se realizó sin ningún contratiempo, pero en el regreso, el maquinista del tren, que era el inglés John Allan, a pedido de los pasajeros imprimió mayor rapidez, se entusiasmó y puso a la locomotora a 25 millas por hora, lo que para aquel entonces era una velocidad formidable. Todo iba bien, hasta que a mitad de camino a la altura de la estación Almagro y encontrándose la formación sobre un terraplén, la locomotora descarriló recorriendo unos metros sobre los durmientes rompiendo aproximadamente 80 metros de vía. 

Foto del señor John Allan conductor de la locomotora "La Porteña"

La desgracia pudo haber sido más grande, si la locomotora no se hubiese encajado en un gran zanjón que la detuvo. El vagón encomienda se volcó y el coche de pasajeros quedó simitumbado. En dicho descarrilamiento sufrieron heridas leves, los señores Gowland, Miró, Van Praet, Guerrico y Moreno, escapando increíblemente ilesos los conductores, señores John Allan y Alfonso Carrozzi.

Los accionistas se juramentaron a que dicho accidente quede en el más absoluto secreto, a fin de no difundir alarma en el público, pero la prueba bastó para darse cuenta que la vía no estaba aún en condiciones requeridas para liberarla al público, por lo que rehusaron recibirla hasta que no se efectuaran las obras necesarias.

Después de ocurrido el accidente y para verificar que los arreglos estaban realizados correctamente, el día 27 de Agosto de 1857 se realizó un nuevo ensayo en privado el que resultó todo un éxito.

¡Y llegó el día esperado!. El sábado 29 de Agosto de 1857 amaneció con sol y cielo despejado. Por la mañana el obispo de Buenos Aires, Monseñor Escalada, en un tablado ornamentado con flores y banderas, celebró una misa y dio la bendición a las dos locomotoras bautizadas con los nombres de “ La Porteña ” y “ La Argentina ” (Serie “A” – Rodado: 0-4- 0 ST – Peso: 15.750 kg . – Fabricada por E,B, Wilson de Leeds Inglaterra en el año 1856).


Primer material ferroviario que tuvo el país

La ceremonia de inauguración fue presidida por el gobernador de Buenos Aires, Valentín Alsina, siendo acompañado en viaje inaugural, entre otros, por el general  Bartolomé Mitre, por  Domingo Faustino Sarmiento, Dalmacio Vélez Sárfield, Estanislao del Campo, miembros de la Sociedad Caminos de Hierro e invitados especiales como el cacique José María Yanquetruz,  vistiendo uniforme militar

Toda la estación Del Parque (antiguamente era basural conocido como "El hueco del zumbido") y los alrededores se encontraban engalanados para la ocasión. Una multitud cubría la Plaza del Parque (hoy Plaza Lavalle) a la espera de ver pasar el verdadero progreso que se venía a pasos agigantados.

Dada la señal de partida del tren oficial, el pitazo interminable de “ La Porteña ” hizo estremecer a los presentes. El tren comenzó a avanzar entre dos hileras interminables de público que saludaba la salida entre aplausos y vítores. Seguidamente, se perdió pronto de vista a través de la frondosidad del paisaje.

Locomotora "La Porteña" con su personal de conducción (señores John Allan y Alfonso Carrozzi.) 

"Adelante iba zumbando
un carretón muy estraño
que por la punta de un caño
chorros de humo iba lanzando,
ni un alma lo iba tirando
pues ni un buey alcancé a ver
ni llegar pude entender
como diablos golpiaba
cuando nadie lo tiraba
                                          solo el diablo al parecer..." (Por Estanislao del Campo)

Al llegar al pueblo de San José de Flores, el tren inaugural fue saludado por todo el pueblo que se encontraba en las inmediaciones y por la banda del 2 de Línea allí estacionada que tocaba la “Marcha de Lavalle”.

Su ingreso a la estación La Floresta , fin del recorrido, fue apoteótico ya que todo el pueblo los esperaba para darles la bienvenida. Al finalizar el viaje, los pasajeros fueron invitados a un ágape en un comedor de la zona, donde se brindó por el éxito del medio de transporte que en la Argentina acababa de nacer, y que sería, a la postre, el que traería la civilización a gran parte del país, fundando pueblos que hoy deben su progreso gracias al tren.

Itinerario y tarifas

El día domingo 30 de Agosto de 1857, el ferrocarril quedó liberado al servicio público de trenes entre estación Del Parque y estación La Floresta. Se comenzó a implementar un servicio regular de pasajeros entre ambas estaciones, realizándose dos frecuencias diarias en ambos sentidos, ellas eran: Estación Del Parque: 11,00 horas y 15,00 horas y de La Floresta : 12,30 horas y 16,30 horas. El tiempo que insumía el tren en realizar el viaje era de 30 minutos.

A fines del año 1857, según versiones, se habilitó un horario nocturno entre las 20,30 y 23,00 horas, informando al público que dicho tren prestaba servicio siempre y cuando hubiera luna y la noche se encontrara clara. Esta forma de viaje fue dejada de lado cuando le fueron incorporados los faroles a las locomotoras.

La tarifa punta a punta en coche de primera clase era de $ 10,00 y en segunda de $ 5,00. La cantidad de pasajeros transportados desde el 30 de Agosto de 1857 hasta el 31 de Diciembre del mismo año fue de 56.190 y cargas por 2.257 toneladas. Al año siguiente, se transportó 185.566 pasajeros y 6.747 toneladas de carga que proporcionaron ingresos suficientes para asegurar el 5% de beneficios del capital empleado. En Buenos Aires vivían por esos años cerca de 170.000 habitantes.

El Trayecto

La estación Del Parque estaba ubicada entre las calles Del Cerrito (hoy Cerrito), Tucumán, Libertad y Temple (hoy Viamonte). Los trenes partían en dirección oeste con salida por la calle Libertad, cruzaban en diagonal la Plaza del Parque (hoy Plaza Lavalle), pasaban frente al Parque de Artillería (actualmente Palacio de Justicia), tomaba la calle Del Parque (hoy Lavalle) hasta Boulevard Callao (hoy Avda. Callao), hacían una curva y contracurva en los terreno de los “Hornos de Bayo” o “De los Olivos” que luego se llamó “Curva de los Jesuitas” (ex pasaje Rauch y hoy Enrique Santos Discépolo).

Las vías seguían por Corrientes doblaban hacia el sur para tomar Centro América (hoy Avda. Pueyrredón) hasta Cangallo (hoy Presidente Perón), donde comenzaban a orientarse hacia el oeste en curva pronunciada entrando al Mercado del Oeste (hoy Plaza Once de Septiembre).

A la altura de la calle Ecuador, a pocos metros de la futura prolongación de la calle La Piedad (hoy Bartolomé Mitre), se levantaba la estación Once de Septiembre que por aquel entonces era una simple construcción de madera, funcionando como tal, hasta diciembre del año 1882.


Estación ONCE DE SEPTIEMBRE

Unos quinientos metros más al oeste, se encontraba la estación Almagro (su nombre recuerda el primitivo dueño de los terrenos, Don Toribio Almagro) que era de madera y ofrecía un aspecto simple, que más que parecerse a una estación se asemejaba a un apeadero, funcionando hasta el 15 de Junio de 1887. Esta estación, estaba ubicada 50 metros a las afueras de los límites de la ciudad ya en territorio del Partido de San José de Flores (Provincia de Buenos Aires) sobre la calle Camino Límite (hoy Medrano). La zona de Almagro para ese entonces, era un típico caserío de las orillas de Buenos Aires donde perduraban viejos caserones del tiempo virreynal, corralones, casas de inquilinato, boliches, hornos de ladrillos, potreros y baldíos.

A casi 2 km . al oeste, se encontraba la estación El Caballito (llamada así por la pulpería que en el año 1804 instalara el genovés don Nicolás Vila, negocio que se diferenciaba por su veleta de latón con forma de caballito construida en las calles Rivadavia y Emilio Mitre) ubicada en la esquina de la calle del mismo nombre, que actualmente se llama Federico García Lorca (ex Cucha Cucha). El edificio era de madera, cartón y plataforma angosta (según reza en “ La Memoria del Directorio del Ferrocarril del Oeste del año 1860). Caballito era una zona donde estaban ubicadas lujosas casas quintas, palacetes de cuidadas arboledas y jardines, pintorescas residencias cuyos frentes lucían rejas y portones de hierro artísticamente labrados.

La próxima estación era San José de Flores (en homenaje al dueño de esas tierras, don Ramón Francisco Flores, quien mandó a erigir el primitivo templo de San José en el año 1804), la misma se levantaba en las inmediaciones de la calle La Paz (hoy Caracas) en terrenos pertenecientes a la señora Inés Indarte de Borrego. Cinco años más tarde, por un entredicho con los dueños de esas tierras, debió trasladarse la estación a un terreno cedido por la municipalidad local a 250 metros al oeste de la primera, en la esquina de la calle Sud América (hoy Gral. José Gervasio de Artigas). El pueblo de Flores, para ese entonces, lo completaban el templo, la plaza, la estación y algunos comercios importantes y casas bajas lo que le daba el aspecto de pueblo provinciano. 


Iglesia de San José de Flores en el año 1850

Siempre en dirección al oeste, a la altura del km. 9,983 llegamos al final de trayecto que era la estación La Floresta (todavía no se ha podido deducir el origen del nombre del paraje. Unos creen que fue motivado por la vegetación del lugar de las quintas ubicadas allí. Otros dicen que fue por un boliche que llevaba ese nombre y estaba ubicado frente a la estación). La misma se encontraba ubicada entre las calles Esperanza (hoy Joaquín V. González) y otra sin nombre que después se denominó De la Capilla (hoy Bahía Blanca), era de madera y tenía un tanque de agua asentado sobre pilares, para abastecer a las locomotoras a vapor del liquido elemento. La Floresta había estado formada con anterioridad a 1857, pero fue el ferrocarril quien le dio popularidad y prosperidad.

Estación FLORESTA

Los talleres ferroviarios de la empresa, estaban instalados en el solar que comprendían las calles Corrientes, Centro América (hoy Avda. Pueyrredón), Tucumán y Paso. Posteriormente, los mismos fueron levantados en el año 1887 y reubicados en la localidad de Tolosa (Provincia de Buenos Aires). 

Los talleres ferroviarios de la empresa, estaban instalados en el solar que comprendían las calles Corrientes, Centro América (hoy Avda. Pueyrredón), Tucumán y Paso. Posteriormente, los mismos fueron levantados en el año 1887 y reubicados en la localidad de Tolosa (Provincia de Buenos Aires). 


    
Vista de los talleres ferroviarios de la empresa que se encontraban ubicados en pleno barrio del Once

Costo de la Obra

El costo total de la obra fue de $ 6.900.000,00 (material rodante, tractivo, construcción de estaciones, rieles, durmientes, etc.) de los cuales $ 2.000.000,00 fueron aportados por particulares en la suscripción de acciones. El gobierno auxilió a la sociedad con $ 1.300.000,00 y el saldo de $ 3.600.000,00 pesaba como deuda personal de los miembros de la comisión directiva de la sociedad.

En el año 1862, se dictó la ley que autorizaba la compra de las acciones particulares, quedando a cargo del Estado la propiedad y funcionamiento del ferrocarril, el que fue administrado por una comisión de ciudadanos presidido por varios años por don Mariano J. Haedo.

Siguiendo el proceso civilizador, la Provincia de Buenos Aires destinó una parte de sus recursos para prolongar su línea férrea y la experiencia realizada resultó provechosa.

Años después, la intervención del capital inglés dio al sistema vigoroso impulso, y en algunos años la línea se extendió en proporción enorme y los progresos fueron realmente asombrosos.

Fuentes consultadas: Revista “Polémica” Nro. 47 “ La Edad del Riel” – Cuadernos de Buenos Aires Nro.  30 de Hugo Corradi – “Nuevo Diccionario Geográfico Histórico de la República Argentina ”, editado en el año 1921 de Javier Marrazo – Diario “ La Razón ” del 29-08-1927 – Archivo General de la Nación – Museo Nacional Ferroviario.

QUIEN QUIERA REPRODUCIR ESTA NOTA, DEBERÁ HACER CONTAR EL AUTOR DE LA MISMA. MUCHAS GRACIAS